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Los YSIS, los Hubieras y la Última Lección de Wolfie

Wolfie (2024-2025)
Wolfie (2024-2025)

Hay días que cambian la vida sin hacer ruido.

Sin avisarte.

Sin pedir permiso.


El día que Wolfie se enfermó fue uno de esos días.


Wolfie era el consentido de mi esposa. El consentido de toda la familia. En una casa con ocho perros —cada uno con su carácter— él tenía un brillo distinto.


Yo no soy el más amante de los perros, lo confieso. Pero incluso así, Wolfie siempre me impresionó la inteligencia que tenía. Ese entendimiento silencioso. Esa forma de mirar hacía que uno sintiera que él ya sabía lo que estabas pensando.


Wolfie tenía esa chispa que solo unos pocos animales tienen: los que entienden, los que acompañan, los que hacen familia sin decir una palabra.


Cuando la vida ocurre en modo “festivo”

El día que enfermó era día festivo. Los lugares que normalmente hubieran ayudado estaban cerrados. Mi esposa lo llevó al único veterinario disponible, uno con el que ya habíamos tenido malas experiencias. Ese día no había muchas opciones.


Yo estaba fuera de la ciudad, había adelantado un viaje para atender a un cliente, y cuando recibí el mensaje de mi esposa diciendo que Wolfie estaba muy enfermo, sentí esa distancia cruel entre querer estar y no poder. Esa sensación que te congela porque sabes que algo está mal, pero aún no imaginas lo que ocurrirá al día siguiente.


Y entonces llegaron mis YSIS. Los what ifs.


Las versiones alternas de la vida que solo aparecen cuando ya no podemos cambiar nada.


Los YSIS que duelen

Los YSIS empezaron a aparecer uno por uno:


  • Si le hubiera insistido más a mi esposa para que intentara otros contactos.

  • Si hubiera dejado de preocuparme tanto por su seguridad de noche y me hubiera enfocado más en la urgencia de Wolfie

  • Si hubiera presionado más.

  • Si hubiera insistido menos.

  • Si hubiera sabido distinguir mejor qué era realmente urgente en ese momento.

  • Si hubiera estado ahí.

  • Si...


Mi esposa tuvo sus propios YSIS.

Mi cuñada, que lo acompañó en sus últimas horas, también los tuvo.

Cada uno vivió su versión alterna del dolor.


Pero todos esos caminos imaginarios tenían algo en común: nos enseñaban dónde creíamos tener control… cuando en realidad solo teníamos intención.


El “hubiera” sí existe: no para castigarnos, sino para educarnos

Uno de mis mentores, Roberto Bonilla, me enseñó una frase que hoy resuena aún más fuerte:

“El hubiera sí existe, pero como maestro, no como verdugo.”

No existe para regresarnos al pasado. Existe para mostrarnos dónde están las oportunidades de crecer, aprender, mejorar y decidir mejor la próxima vez. Es una brújula emocional que señala nuestras áreas de mejora con una fuerza que solo el dolor puede imprimir.


Wolfie, sin proponérselo, me volvió a enseñar esa lección. Y esta vez no fue en una conferencia, ni en un taller, ni en una sesión de mentoría. Me la enseñó con su vida.

Y me la confirmó con su partida.


Los YSIS en la vida, en el liderazgo y en las empresas

Los emprendedores, empresarios y líderes vivimos navegando entre:

  • decisiones con información incompleta

  • riesgos como parte del juego

  • intuiciones que a veces funcionan, a veces no

  • tiempos imperfectos

  • escenarios cambiantes


Cuando fallamos, aparecen los YSIS.


Pero los YSIS no son enemigos. Los YSIS son ese espacio donde nos damos cuenta de que la vida siempre pudo ser distinta, sí… pero que en ese momento hicimos lo mejor que pudimos con lo que sabíamos, con los recursos que teníamos y con el estado emocional en el que estábamos.


En los negocios —como en la vida— lo importante no es evitar los YSIS.

Es transformarlos en decisiones más sabias para el futuro.

La última lección de Wolfie

Wolfie no murió para dejarnos culpa.

Murió dejándonos conciencia.


Conciencia de que:

  • debemos estar mejor preparados

  • debemos tomar decisiones con más información y menos miedo

  • debemos tener opciones listas

  • debemos aprender a equilibrar amor, intuición, seguridad y acción

  • debemos cuestionar nuestras suposiciones

  • debemos aceptar que, a veces, no sabemos lo que no sabemos


Y que el amor no se mide por los YSIS que nacen después, sino por las intenciones con las que actuamos en el momento.


Wolfie fue familia.

Wolfie fue un maestro.

Y Wolfie, con todo y lo inesperado de su partida, dejó un regalo.


Una responsabilidad:

la de ser mejores, decidir mejor y aprender de nuestros YSIS antes de que se conviertan en hubieras.

...de transformar los YSIS y los hubieras en conciencia, sabiduría y propósito.


Este artículo no es sobre la muerte de un perro. Es sobre el costo emocional de decidir. Es sobre la fragilidad de la vida. Es sobre el aprendizaje que llega demasiado tarde, pero que te obliga a ser distinto después.


Y es, sobre todo, un agradecimiento.

¡Gracias, Wolfie!

Por tu amor,

tu inteligencia,

tu presencia…

y por tu última enseñanza:

convertir el dolor en conciencia, y la conciencia en un futuro mejor.

¡Mil Gracias!


 
 
 
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©2025 por Miguel A. Sainz Gongora. (Mike Sainz®)

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