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El Emprendedor como Apostador Consciente: Entre la Suerte, el Riesgo y el Propósito

El emprendedor como apostador consciente. Imagen generada por AI.
El emprendedor como apostador consciente. Imagen generada por AI.

Hay una línea invisible que separa la genialidad del descontrol. Quien ha fundado una empresa, liderado un equipo o invertido en una idea sabe lo que se siente: esa mezcla de adrenalina, fe y miedo que acompaña cada decisión. La sensación de que todo puede cambiar con una llamada, un contrato o una corazonada.


Esta semana, mientras veía la serie The Cowboy and the Gambler —sobre la vida de Jerry Jones y su transformación de empresario petrolero a dueño de los Dallas Cowboys— y después la película The Ballad of a Small Player con Colin Farrell, me asaltó una pregunta incómoda:

¿Somos los emprendedores simplemente apostadores sofisticados?

No en el sentido superficial del juego, sino en la naturaleza misma de nuestras decisiones: poner en riesgo tiempo, dinero y reputación por una recompensa incierta.

Jones apostó todo en un momento en que nadie creía que un empresario sin experiencia deportiva pudiera transformar un equipo legendario. Farrell, en cambio, interpreta al jugador que ya no apuesta para ganar, sino para no sentir el vacío de perder.


Y en ese contraste se revela una verdad incómoda: la línea entre el riesgo virtuoso y el riesgo vicioso es tan delgada que muchos cruzan sin darse cuenta.


La ilusión del control: Jerry Jones y el mito del dueño todopoderoso

Jones representa el arquetipo del E (emprendedor) de Adizes: el visionario que ve oportunidades donde otros ven límites. Pero también encarna su sombra: el impulso de querer controlar todo, incluso lo incontrolable.


Como muchos líderes, confundió el control con la certidumbre. Durante décadas, construyó un imperio deportivo, pero también acumuló conflictos internos, decisiones impulsivas y un ego difícil de domar. En su mente, la suerte no existía; solo la voluntad.


Sin embargo, la historia empresarial demuestra que incluso los más disciplinados enfrentan el azar.


Podemos diseñar procesos, formar equipos y usar datos, pero el mundo siempre introduce variables que escapan a la planificación: una pandemia, una guerra, un cambio tecnológico o simplemente una decisión humana que no sigue la lógica esperada.


Esa es la primera lección del emprendedor-apostador: no se trata de eliminar la incertidumbre, sino de aprender a bailar con ella.


El azar y el diseño: el jugador que confunde caos con destino

En The Ballad of a Small Player, Colin Farrell interpreta a un jugador que se mueve entre la culpa y la búsqueda de redención. Juega no por dinero, sino por un impulso existencial: recuperar algo que ya perdió.


Su error no está en apostar, sino en no saber por qué lo hace. Muchos empresarios caen en esa trampa.


Después de un éxito o un fracaso, siguen moviéndose por reflejo: lanzar otra empresa, abrir otro mercado, contratar otro equipo… no porque sea la mejor jugada, sino porque necesitan volver a sentir la emoción de la apuesta.


Esa es la segunda lección: cuando la acción sustituye al propósito, el riesgo deja de ser estrategia y se convierte en adicción.


La frontera entre ambos mundos no está en el resultado, sino en la consciencia. El jugador inconsciente busca escapar del vacío; el empresario consciente busca expandir sus límites.


Del vicio al virtuosismo: la alquimia del riesgo

Todo empresario atraviesa momentos en los que la intuición y la disciplina se enfrentan.

Tomar decisiones sin datos es peligroso; pero no decidir hasta tener todos los datos es letal. El arte está en moverse con lo suficiente para avanzar sin caer en la parálisis ni en la arrogancia.


El E (emprendedor) necesita al A (administrador) para sostener su visión, al P (productor) para ejecutarla y al I (integrador) para construir confianza. Cuando uno de ellos domina, el sistema se desequilibra.


El empresario virtuoso no evita el conflicto; lo convierte en flujo. Esa es la tercera lección: transforma la fricción en energía creativa, la incertidumbre en innovación y el fracaso en información.


Como en una partida de póker, no se aferra a la mano que tiene, sino a la habilidad de jugar mejor la siguiente.


Jim Collins lo describió con precisión en Great by Choice:

“Los grandes líderes no son más audaces; son más disciplinados.”

El verdadero talento no está en correr más rápido, sino en sostener el ritmo cuando todos los demás se detienen. Eso distingue al apostador compulsivo del empresario consciente.


De la apuesta a la estrategia: la suerte como variable sistémica

Nassim Taleb sostiene que “la suerte favorece a la mente preparada”. La diferencia entre un jugador y un estratega está en la asimetría: el jugador arriesga más de lo que puede perder. El empresario diseña sistemas donde las pérdidas son limitadas y las ganancias potenciales, exponenciales.


El enfoque exponencial se basa precisamente en esto: crear portafolios de apuestas pequeñas —experimentos, prototipos, MVPs— que puedan escalar solo si validan evidencia. No se trata de adivinar el futuro, sino de construir opciones que mantengan viva la adaptabilidad.


En un entorno complejo, el objetivo no es ganar cada jugada, sino seguir en la mesa el mayor tiempo posible. El empresario que sobrevive a los ciclos de crisis sin perder propósito termina ganando más que el que apostó todo en un golpe de suerte.


La frontera entre ego y propósito

Hay una parte en The Gambler and the Cowboys donde Jerry Jones, con toda su fortuna y fama, confiesa que su mayor miedo no es perder dinero, sino dejar de ser relevante. Esa confesión resume la raíz psicológica del juego y del emprendimiento: la búsqueda de significado.


El ego impulsa al empresario a demostrar que puede. El propósito lo invita a servir algo más grande que él. Cuando el ego domina, el riesgo se vuelve personal. Cuando el propósito lidera, el riesgo se vuelve profesional: se asume con serenidad, no con desesperación.


Adizes diría que el líder maduro no busca eliminar el conflicto, sino integrarlo. Sabe cuándo empujar y cuándo soltar, cuándo invertir y cuándo esperar. Comprende que la verdadera sabiduría no está en ganar siempre, sino en elegir bien las batallas.


El empresario-apostador consciente no busca controlar el destino, sino alinearse con él.


La ruleta del propósito

En el fondo, cada emprendimiento es una apuesta metafísica. Apostamos que el mundo necesita lo que tenemos para ofrecer. Que nuestro equipo puede construir algo que trascienda. Que el futuro será más generoso si actuamos con fe, ética y disciplina.


Pero el propósito transforma esa apuesta en arte. Ya no se trata de ganar dinero, sino de crear significado. De usar el riesgo como catalizador del crecimiento humano, no como castigo ni escape.


Y entonces la suerte deja de ser una fuerza caprichosa. Se convierte en un reflejo de preparación, sincronía y humildad.

“El verdadero empresario no juega para tener razón. Juega para descubrir qué es verdad.”

En un mundo dominado por la incertidumbre, esa puede ser la jugada más valiente de todas.


Epílogo: Apostar conscientemente

Quizás todos los emprendedores llevamos dentro un jugador. Pero no todos jugamos el mismo juego.


El jugador inconsciente busca dopamina.

El empresario consciente busca significado.

El primero depende del azar; el segundo diseña sistemas.

El primero busca ganar; el segundo busca permanecer.

“El emprendedor es un jugador que aprendió a convertir el riesgo en propósito. No juega por suerte, juega por significado.”

Convertirse en un apostador consciente no significa dejar de tomar riesgos, sino elevar su propósito: apostar con sabiduría, aprender de cada pérdida y transformar cada victoria en gratitud.


En tiempos complejos, eso es lo que distingue al oportunista del líder. Y quizá también, al simple jugador del auténtico creador.


Referencias

Adizes, I. (2004). Managing corporate lifecycles: How to get to and stay at the top. Adizes Institute Publications.

Collins, J. (2011). Great by choice: Uncertainty, chaos, and luck—why some thrive despite them all. HarperBusiness.

Jones, J. (Productor ejecutivo). (2024). The Cowboy and the Gambler [Serie documental]. Netflix.

Taleb, N. N. (2010). The Black Swan: The impact of the highly improbable (2nd ed.). Random House.

Ward, D. (Director). (2024). The Ballad of a Small Player [Película]. Netflix.

 
 
 

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