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Recetas del alma: el legado que nutre mi liderazgo

Hace unos días vi Nonnas, una película de Netflix que celebra a las abuelas que cocinan desde el alma. No esperaba que me tocara tanto. Pero al verla, se encendió en mí un recuerdo, una deuda, un agradecimiento no dicho. Porque si hoy soy quien soy —como empresario, líder, mentor, esposo, padre— es también por los sabores que me formaron.


Imagen promocional de la película Nonnas (2025). © Netflix. Todos los derechos reservados. Fuente: https://www.netflix.com
Imagen promocional de la película Nonnas (2025). © Netflix. Todos los derechos reservados. Fuente: https://www.netflix.com

En la vida empresarial hablamos de estrategia, transformación, eficiencia. Pero muy pocas veces nos detenemos a reconocer los ingredientes invisibles que nos moldearon.


Hoy quiero hacerlo. Porque antes de hablar de negocios, hay que hablar de legado. Y el mío comenzó en la cocina.


Mi abuela Tere – Hotcakes de amor y miel de piloncillo

Ella me enseñó lo que era una mañana lenta, sin prisas, con olor a mantequilla derretida y un sartén esperando. Sus hotcakes caseros no eran solo desayuno, eran caricias disfrazadas de masa. Pero lo que los hacía únicos era la miel: una miel espesa, casera, hecha a base de piloncillo que ella misma preparaba. Oscura, profunda, con ese dulzor rústico que no se olvida. Hoy, esa misma receta vive en las manos de mi esposa. No porque yo se la pidiera, sino porque así fluye el amor verdadero: se hereda sin pretensiones, se comparte sin condiciones.


Mi abuela paterna – El flan de cajita que sabía a cielo

Su flan no venía de una receta compleja. Era de cajita. Pero tenía algo que ningún restaurante puede replicar: su toque. Nunca he probado uno igual. Porque el sabor no estaba en la mezcla, sino en sus manos, en su voz, en esa presencia tierna que hacía del postre una experiencia. A veces, lo más sencillo es lo más inolvidable.


Mi madre – Las crepas infinitas del amor incondicional

Una vez comí treinta. Treinta crepas. Y ella, incansable, seguía sirviendo. No se trataba de saciar un antojo, sino de demostrar ese tipo de amor que no mide, no cuenta, no se agota. Hoy entiendo que ese acto —aparentemente simple— fue una lección de liderazgo silencioso. Dar sin esperar, servir desde la abundancia interna.


Mi hermana – Chef del legado

Hoy mi hermana, convertida en chef, interpreta la memoria de tres generaciones. Toma las recetas de nuestras abuelas, el instinto de mamá, y los eleva con técnica, pasión y creatividad. En su cocina se cruzan pasado y futuro, lo heredado y lo aprendido. Es un testimonio vivo de que el legado evoluciona, se transforma, pero nunca se pierde.


La otra mitad de mi historia: abuela Viky y suegra Andrea

Mientras veíamos Nonnas, mi esposa me compartió algo que me tocó profundamente. Su abuela Viky no era cocinera de pastas, pero sus frijoles eran de otro mundo. De esos que no necesitas adornar con nada más. Con cada cucharada, había historia, humildad, sazón y un toque que sólo ella sabía dar.


Y su mamá, mi suegra Andrea, nos ha regalado un tesoro familiar: la comida tradicional de su pueblo Mayalan. No sólo nos la enseñó, sino que la convirtió en una experiencia de familia. Junto a mi esposa y nuestros hijos, hemos compartido esos platillos en casa como rituales de conexión, de identidad, de pertenencia.


Ambas mujeres también forman parte de este legado invisible que nos sostiene, que nos nutre más allá del cuerpo.


Imagen generada con ayuda de IA, Tecnología DALL-E3
Imagen generada con ayuda de IA, Tecnología DALL-E3

Mi esposa – El arte de cocinar cuando el alma lo pide

Y luego está ella. Mi compañera, mi amor, la mujer que no necesita una receta para tocar el corazón. No tiene un platillo estrella, porque su estrella es saber escuchar los antojos del alma. Cuando cocina, no lo hace por rutina. Lo hace porque hay algo dentro de ella que quiere cuidar, apapachar, sanar. Y cuando eso ocurre… créanme, su cocina no solo alimenta, transforma.


Ella es la unión de todo. La continuidad y la novedad. Lo tradicional y lo espontáneo. Y con cada platillo que hace sin planearlo, me recuerda que el verdadero liderazgo —el que cambia vidas— se parece mucho a eso: a cocinar con amor, sin manual, con atención plena al otro.


“La comida es amor, y mientras tenga su comida, los tendré a ellos.”  — Joe Scaravella (interpretado por Vince Vaughn)

Hoy quiero agradecerles a todas ellas. No solo por lo que cocinaron, sino por lo que enseñaron sin decirlo.


Porque al final, nuestras empresas, nuestras ideas, nuestros proyectos… son también una forma de servir. Y yo aprendí a hacerlo gracias a ustedes.


Gracias por enseñarme que el liderazgo más poderoso no se aprende en libros. Se cocina lento, se sirve con intención, y se queda para siempre en el alma de quien lo prueba.

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©2025 por Miguel A. Sainz Gongora. (Mike Sainz®)

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